jueves, 19 de marzo de 2015

El baño con trillizos


Es curioso como con el tiempo aquello que parecía incuestionable se da la vuelta como un calcetín y de repente todos nos damos cuenta de que estábamos totalmente equivocados y defendemos a ultranza aquello que habíamos atacado fieramente.



En el caso de los bebés se me ocurren varios ejemplos:
toda la vida diciendo que hay que darles biberón o de mamar cada tres horas y ahora resulta que hay que alimentarlos a demanda;
los expertos nos aseguraban que a los bebés no hay que cogerlos demasiado en brazos porque se acostumbran y ahora nos dicen que cuanto más contacto físico mejor, brazos, brazos y brazos;
los bebés tienen que dormir solitos, como no, pero ahora parece que el colecho (dormir en la misma cama que los padres) gana adeptos a millones cada día.

Pues eso es lo que pasa con el baño diario:

Antes de tener a mis trillizos estaba convencida de que había que bañar a los bebés todas las noches antes de ponerles a dormir, que era algo impepinable ligado a su rutina diaria sí o sí, imprescindible para su correcta higiene y un placentero descanso.


Así que el día que la pediatra me dijo que no era necesario bañar a los niños todos los días me pilló totalmente por sorpresa. Y también, debo confesar,

me produjo cierto alivio pensar que no tendría que desplegar a diario toallas, geles, champús, cremas y demás enseres, además de movilizar a toda la familia para el trabajo en cadena que suponía bañar a tres bebés todas las noches.


Todo empezó con una pequeña bañera, de las adaptables. Se trataba de ponerla sobre la bañera de obra y empezábamos... uno a uno!




Pero la hora del baño no tardó en resultar algo caótica. Era una de las cosas para las que necesitaba ayuda, nunca me vi capaz de bañarlos yo sola porque me montaban la marimorena. Y no por el baño en si (que les gustaba bastante), sino porque mientras bañaba a uno los otros dos se desesperaban de hambre o aburrimiento o sueño o ganas de que los cogiera (que se yo), lloraban y se contagiaban el llanto y al final me entraban ganas de llorar hasta a mi.

Ahora, con dos años, todo es mucho más fácil.

Los tres juntos a la bañera y a disfrutar un ratito. El problema que tengo ahora es que no quieren salir del agua...

Ahora la hora del baño es una fiesta, para ellos y para mí.

Y ya sabéis:  cualquier duda, me la hacéis llegar... entre trillizo y trillizo, intentaré responderos!

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